El ritual de acostarse y otras acciones que ayudan a los niños a entender las normas

El ritual de acostarse y otras acciones que ayudan a los niños a entender las normas

Encontrar y adoptar un patrón de sueño regular es importante para el crecimiento saludable y el desarrollo físico y emocional de su hijo.
Para ayudar a tu bebé a dormir toda la noche, en primer lugar es fundamental conocer los patrones de sueño de los niños y algunos hábitos que manifiestan. De hecho, a diferencia de los adultos, los niños no tienen un patrón de sueño de 7 o 12 horas como los adultos, sino que desarrollan el suyo propio a medida que crecen durante los primeros 3 años de vida. Después del nacimiento, solo a partir de los 6 meses los niños suelen lograr dormir de 5 a 7 horas seguidas sin despertarse. Con todo respeto a los padres.

Durante la primera infancia, los despertares nocturnos acompañados de llanto son bastante frecuentes y no deben ser considerados como alteraciones del sueño sino como una expresión de incomodidad y necesidad de llamar la atención sobre uno mismo. El llanto del bebé nunca debe ser ignorado, sino interpretado: a veces se trata de necesidades fisiológicas como el hambre, la sed, un pañal mojado, la nariz tapada o situaciones ambientales molestas como un ambiente demasiado cálido o demasiado frío. A veces solo necesita tranquilidad y contacto físico con su madre; cada padre generalmente puede desarrollar un método para interpretar las necesidades del niño, ayudándolo posteriormente a volver a dormir después de resolver la necesidad.

Implementando algunas sugerencias, es posible favorecer las condiciones para que el niño pueda dormir mejor y más tiempo durante la noche; de esta forma, el sueño es más reparador incluso para los nuevos padres que pueden haber reanudado el trabajo después del feliz evento y necesitan descansar.

Durante el día, por ejemplo, es necesario que el niño pueda dormir y descansar, pero es igualmente importante estimular los momentos de actividad y relación incluso cuando el bebé es muy pequeño. Un buen ritmo de sueño-vigilia hace que el niño crezca bien y también hace que la madre se sienta bien, además de crear las condiciones para los llamados "rituales". Los rituales son acciones de "rutina diaria", gestos que se realizan todos los días más o menos a la misma hora del día y que marcan los tiempos de alimentación, juego, sueño, baño. Ayudan al niño a orientarse en el tiempo y le proporcionan la seguridad psicológica necesaria para su desarrollo.

El ritual de la hora de acostarse es uno de los momentos importantes al final del día del niño y sigue teniendo su importancia hasta casi los 8-9 años.

Los niños muy pequeños, hasta los 7-8 meses, necesitarán rituales más “físicos”: un baño tibio pero no demasiado caliente, un masaje con crema hidratante o aceite de la madre, alimentación, un paseo por la casa en brazos de mamá. Luego a dormir en la cuna y en el catre en posición supina (boca arriba). Puede ocurrir que el bebé llore durante unos minutos: en estos casos, después de asegurarte de que ha comido y digerido lo suficiente, que ha sido cambiado y que tiene la nariz libre, antes de levantarlo puedes intentar acariciarlo suavemente haciéndole sentir tu calor y tranquilizándolo con tu voz. A menudo, estos pequeños gestos son suficientes para calmarlo y ponerlo a dormir. Es fundamental atenuar las luces y amortiguar todos los sonidos de la habitación para crear un ambiente relajante que facilite el sueño. Normalmente si el bebé goza de buena salud dormirá tranquilo hasta la toma de la noche.

En cambio, cuando el niño llega a los 8-9 meses ya no pedirá la toma nocturna sino su memoria, de hecho en este periodo empieza a “recordar”; se da cuenta de que haciéndose oír con insistencia puede conseguir lo que quiere, como irse a dormir con mamá y papá o jugar. La estrategia ganadora en estos casos será mantener los rituales de preparación para dormir por la noche y, en caso de despertarse por la noche, no correr hacia él al primer llanto sino esperar unos minutos. Se dormirá fácilmente por sí solo, pero si esto no sucede, es recomendable acercarse a él para hacerle sentir nuestra presencia permaneciendo a su lado sin hablar, acariciándolo. Si sospechas que está mojado, cámbiale el pañal en silencio sin jugar con él. Esto ayudará a que no se despierte por completo y retome el sueño interrumpido.

Cuando los niños son mayores, los rituales son aún más importantes porque les dan seguridad y les ayudan a entender las reglas.

Hay un tiempo para cada actividad y “para cada vez que haces cosas”: te lavas las manos antes de comer, te bañas antes de dormir, te despides de los juegos cuando toca dejar de jugar…

Establecer rutinas es fundamental y gracias a estas se pueden crear momentos muy íntimos entre niños y padres; especialmente antes de acostarse.

Pequeños hábitos que hagan que el niño se sienta seguro y lo acostumbren a aceptar situaciones que no le resultan agradables, como interrumpir el juego para irse a dormir o secarle el pelo después del baño... Puede ser útil inventar historias relacionadas con las acciones que se desarrollan para involucrar al niño y alimentar su imaginación.

Si cada tarde, cuando termina el día y es hora de acostarse, la madre cuenta o lee un cuento, o canta una canción, ese será un momento especial que el niño buscará y percibirá como "hora de dormir" y que él aceptará con gusto sin hacer un escándalo.

Lo importante es vincular ciertos hábitos y rituales siempre y solo a esa parte del día, para que el niño lo considere un “momento especial” en el que se hacen cosas que están ligadas solo a esa acción.


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